MARTA Y MARIA: INTIMIDAD CON EL MAESTRO.

 



MARIA y MARTA DE BETANIA

 

Un museo de San Petersburgo alberga un cuadro del pintor polaco Henryk Siemiradzki (1843-1902) que siempre me ha llamado la atención. Se trata de Cristo en casa de Marta y María, evocación del episodio evangélico recogido en Lc 10, 38-42.

Cristo en casa de Marta y María es un cuadro que evoca momentos tranquilos: los de Betania, cuando Jesús acudía a casa de sus amigos Marta, María y Lázaro. Betania es el descanso a escasa distancia de Jerusalén. En no pocas ocasiones, Jesús elige Betania en vez de Jerusalén para los momentos del reposo, para descansar al lado de amigos de toda confianza. Los cristianos deberíamos pensar con frecuencia en Betania. Aquí no tenemos al Jesús de las multitudes que se agolpan para presenciar sus milagros y escuchar su predicación. Aquí está el Jesús amable y sosegado que pasa las horas hablando a sus amigos y escuchando sus alegrías y preocupaciones. En el cuadro de Siemiradzki se nos presenta un día muy luminoso, una jornada de un calor sofocante y, sin embargo, la casa de Betania está sombreada. Encinas, pinos, una enredadera... son el manto vegetal que protege a la casa de un día que parece ser de auténtico bochorno. Pero la casa de Betania no es un lugar donde se lleva una vida ociosa. Sus moradores se ganan la vida con su trabajo cotidiano. Lo vemos en el caso de Marta, con su cántaro en la mano y rodeada de aves de corral. Algunos críticos de la época afirmaban que esta pintura de Siemiradzki, al igual que otra suya de Jesús y la samaritana, es más paisaje que narración y que importaba más el escenario que los propios personajes representados. Pero el acogedor marco no eclipsa a Jesús que es el auténtico protagonista de la escena. En todo caso, un marco de estas características nos tiene que hacer pensar en la escucha y el coloquio con el Amigo con mayúsculas. El contraste más llamativo en el cuadro es, sin embargo, el mismo que nos relata san Lucas: una Marta en segundo plano que parece mirar con recelo la escena principal en la que Jesús y su hermana María son los personajes sobresalientes.

"María ha escogido la parte mejor, que no se le quitará" (Lc 10, 42). Hay quien interpreta esta frase como un elogio de la vida contemplativa sobre la activa, y a lo largo de los siglos no han faltado aquéllos que han alabado la actitud de María y censurado la actitud de Marta basándose en las propias palabras del Maestro. Esta interpretación olvida que para que en una casa se disfrute de un ambiente acogedor, para que exista calor de hogar, es necesario el trabajo doméstico bien hecho. ¿Podríamos imaginarnos las palabras de Jesús a María en una casa sucia y desvencijada? Nos resulta impensable y si esto es así, se debería principalmente al trabajo de Marta. Cabría añadir, y no habría error en ello, que también se debería al trabajo de María. No serían muchas las ocasiones en las que el Señor pasaría por Betania, pues gran parte de su vida pública transcurrió por tierras de Galilea. María quiso estar más cerca de Jesús en esos contados momentos y se olvidó de todo lo demás. Si nos quedamos con la Marta del evangelio de Lucas, podríamos sacar la conclusión equivocada de que aquella mujer tenía los ojos más en la tierra que en el cielo. En cambio, la Marta del evangelio de Juan, la que aguarda la resurrección de Lázaro, es una persona de fe profunda que cree en la divinidad de Jesús: "Yo creo que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios que ha venido al mundo" (Jn 11, 27). Estas palabras nos indican que también Marta al final ha escogido "la mejor parte". Su carácter es diferente al de María, pero ambas coinciden en el amor por el Maestro. María no ha sido preferida por Jesús en detrimento de Marta. A cada uno, con su forma de ser, con su diferente ocupación, busca por igual el Maestro. Nos aguarda a todos en su Betania de las intimidades y los afectos, en el Sagrario o en cualquier otro lugar en que podamos hacer nuestra oración. Nos aguarda en la vida activa y en la contemplación, siendo conscientes de que todos los instantes de la vida pueden ser oportunidad de estar en contemplación, de estar atentos a las palabras del Maestro.

"Pero sólo una cosa es necesaria; y María ha escogido la parte buena, la cual no le será quitada". [Lucas 10:42]

María de Betania representa una mujer mística, contrastando con Marta, que es un ejemplo de piedad activa. La primera escogió vivir en su mundo interior; la segunda prefirió hacer más hermoso el mundo que la rodeaba. Esto son dos ejemplos, pero se dan naturalmente, toda clase de posiciones intermedias en nuestras iglesias.

No se trata de algo que uno escoge: ser de una u otra forma, sino que es cuestión de temperamento y de la verdadera esencia de la personalidad. Por ello la una no debe pasar juicio condenatorio sobre la otra. Los dos tipos tienen que existir. Es más, no podemos pasarnos de ninguno de los dos. El mundo suele preferir a la mujer activa, pero necesitamos también los pensamientos profundos y la meditación de la otra. Por otra parte, una vida de excesiva introspección sería como un sueño.

Por esta razón María de Betania ocupa una posición peculiar en el grupo de amigos de Jesús. Representa la mujer de pensamientos internos profundos y cultivados. Ve lo que otros no ven. Observa, y sus palabras y actos suelen ir más profundo que los de los que la rodean.

Se nos dan tres particulares de su vida, los tres típicos de esta clase de mujer. Aproximadamente un año antes de la muerte y resurrección de Lázaro Jesús había parado en Betania. En aquella ocasión Marta se apresuró a servir a Jesús, pero María se colocó a sus pies escuchando sus palabras "María escogió la parte buena", nos dice Jesús. Un año después Lázaro murió. Observamos que Marta corre a recibir a Jesús, mientras María está todavía aturdida por los sucesos y se queda en casa. Poco antes de morir Jesús vuelve a parar en Betania. Marta había preparado la comida y se aseguraría que no faltara nada en la mesa. Pero María notó que faltaba algo. A la prosa, añadió poesía divina ungiendo al Maestro amado con un frasco de perfume de nardo. Fue como si dedicara al Cordero de Dios al inminente sacrificio.

No siempre aprecia el mundo estos rasgos delicados. A estas personas se las acusa de pasivas. Marta le echó en cara que descuidaba el deber de ayudar a los preparativos. Jesús la defendió. En la tumba de Lázaro, las lágrimas de María conmovieron al Maestro el cual acabó también llorando al verlas. Y cuando María le ungió con el perfume de nardo, Jesús otra vez aprobó lo que otros criticaban y dijo que su acción sería recordada en las generaciones futuras.

No podemos olvidar el valor de la vida emocional y meditativa de las Marías. Son lámparas en la iglesia. Son llama de amor viva.

"Pero Marta se preocupaba con muchos quehaceres, y acercándose dijo: Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude". Lucas 10:40.

Lease Juan 11:1-45

Nos es difícil pensar en Marta sin traer a Maria a escena. Las dos son diferentes, es verdad. María era una cristiana quieta, que gustaba de escuchar a Jesús, sentada a sus pies. Marta estaba en continuo trajín, afanándose por servir mejor al Maestro. Sería un error hacer el contraste entre las dos como de luz y tinieblas, bien o mal.

Jesús le dijo a Marta, cuando esta le instó a que ordenara a su hermana que la ayudara, que Maria habiacute;a escogido la buena parte, es decir algo mejor a la actividad incesante de Marta. Podríamos comparar diciendo que la una trabajaba con oro, y la otra con plata. Pero no hemos de olvidar que Dios en su soberana elección había llamado a cada una a un servicio distinto. Isaías era un profeta, lo mismo Amós. Pero no se confundían. Juan era un evangelista; lo mismo Marcos, pero el Evangelio de Juan es distinto del de Marcos, como el mensaje de Isaías es distinto del de Amós. Cada uno cumplió su responsabilidad siguiendo su camino señalado.

Jesús no reprendió a Marta por que estaba ocupaba. La reprendió por que quería arrancar a Maria de los pies de Jesús, la porción que había escogido su hermana. Marta probablemente miraba con desdén a su hermana arrobada escuchando a Jesús, no comprendiendo su quietud y misticismo. Para ella la vida era actividad y servicio. Pero, el servicio de ministrar misericordia y ayuda no lo es todo. En la iglesia hay también el ministerío de la palabra. El diácono que visita enfermos no puede menospreciar al pastor que predica la Palabra, pensando que sería mejor que él también visitara enfermos.

Marta, pues, tenía su trabajo particular, y estaba orgullosa de hacerlo bien. Aquí es donde tiene su punto flaco. Era una mujer íntegra, que amaba ardientemente a Jesús, que se ocupaba de lo humilde para servir al maestro. En la vida se necesitan mujeres capaces y dispuestas como Marta, mujeres que puedan aceptar toda clase de responsabilidades. En la familia son absolutamente indispensables. Maria escuchaba a Jesús, la mejor parte. Pero luego, todos ellos se sentaron a la mesa, bendecida por el Señor, pero servida por Marta.