Dos ciudades: BETANIA Y JERUSALÉN.
Dos
ciudades, y dos casas en ellas, que representan dos realidades espirituales
también diferentes. Jerusalén
y Betania Christian
Chen Lectura:
1ª Tim.3:15-16. Hoy
nosotros sabemos algo acerca de la iglesia del Dios viviente, pero también
sabemos que la iglesia es mal comprendida hoy. Por un lado, parece que
nosotros sabemos algo acerca de la iglesia, por otro lado, nosotros no
sabemos nada. En esta oportunidad, me gustaría hablar acerca de
la realidad de la vida de la iglesia. Hoy
cuando las personas hablan acerca de la iglesia, inmediatamente piensan
en un edificio. Alguien podría hasta decir: «He olvidado
mi paraguas en la iglesia». Pero nosotros sabemos que, en verdad,
la iglesia es la casa de Dios. Hoy cuando pensamos en la iglesia pensamos
en una organización, en una institución, en una tradición.
Pero si vamos a la Biblia, la iglesia en verdad es una realidad espiritual. El
templo fue un lugar hostil Si
estudiamos nuestras Biblias cuidadosamente, percibiremos claramente la
diferencia entre los tres primeros evangelios, y el cuarto. Cuando vamos
a los primeros tres evangelios, estamos ocupados con la obra del Señor
mientras estuvo en Galilea. El principal énfasis es la obra de
nuestro Señor allí. Pero cuando vamos al evangelio de Juan
el énfasis es Jerusalén. Más que eso, cuando Juan
escribió el cuarto evangelio, él no solamente enfatizó
la ciudad de Jerusalén, sino más específicamente
el templo, que estaba sobre el monte Moriah. Según el cuarto evangelio
pareciera que nuestro Señor nunca dejó el templo de Dios,
el cual él llama «la casa de mi Padre». Hablando
históricamente, la ciudad de Jerusalén era llamada «la
ciudad del gran Rey». Era el deseo de nuestro Dios poder habitar
en Sion, el monte del templo, porque él la había elegido.
Entonces, si eso era la casa de Dios, nuestro Señor debería
haber encontrado todo su reposo y alegría en su casa. Si
usted hubiera estado en el monte del templo en el tiempo del Señor
Jesús hubiera visto una gran plaza. Hablando estrictamente, la
plaza del templo era la mayor plaza religiosa de aquella época.
El rey Herodes era un gran constructor. Originalmente en el monte Moriah
estaba sólo el templo de Salomón, pero Herodes hizo un gran
complejo urbanístico allí. El área era dos veces
mayor que la del tiempo de Salomón. De sur a norte, cabían
casi seis canchas de fútbol; en tanto que de oriente a occidente
cabían unas cinco. Podemos imaginar aquello especialmente en la
fiesta de la Pascua. Nadie se sentiría solo allí, porque
de acuerdo a los historiadores, en esas celebraciones solían juntarse
cerca de dos millones de personas. Sin
embargo, una pequeña frase del evangelio de Juan nos permite de
alguna manera tocar el solitario corazón de nuestro Señor
Jesús mientras estuvo allí. Veamos
el capítulo 7:53-8:1: «Cada uno se fue a su casa; y Jesús
se fue al monte de los Olivos. Y por la mañana volvió al
templo». ¿Pueden ver? La Biblia dice: «Cada uno se
fue a su casa». Podemos imaginar cómo, después de
un día ocupado, cada uno se va a su casa, pero Jesús se
va al monte de los Olivos. Dice «cada uno se fue a su casa»,
como si nuestro Señor no tuviera casa. A la mañana siguiente
él vuelve al templo. Probablemente, igual que el día anterior,
estuvo todo el día allí. Luego todos se van a su casa y
Jesús se va al monte de los Olivos. Al día siguiente vuelve
otra vez al templo, para un día lleno de quehaceres. De esta descripción,
podemos ver algo que no hemos visto antes. Ustedes
ven: cada uno tenía su casa, pero no nuestro Señor. Ahora,
durante el día estaba en el templo de Dios, que él llamó
«la casa de mi Padre». Pero si esa era la casa de su Padre,
debería ser también su casa. El Espíritu Santo nos
muestra especialmente esta frase: «Cada uno se fue a su casa, pero
Jesús se fue al monte de los Olivos». Si no conociéramos
la Biblia muy bien, estaríamos casi seguros que él pasó
esa noche en el monte de los Olivos, porque en el monte de los Olivos
hay muchas cuevas. Es bastante lógico pensar que pudiera haber
pasado la noche en algunas de esas cuevas. Si
usted visitaba el templo allí en Jerusalén, todo estaba
en orden. Todo estaba de acuerdo a la Biblia. Cada día por la mañana,
algunos sacerdotes iban a un lugar alto, y cuando ellos veían el
sol salir sobre el monte Moab, sonaba la trompeta. Entonces alguien abría
la puerta del templo, y comenzaba el servicio cotidiano. Ellos estaban
cumpliendo su misión. Entonces las personas de Israel empezaban
a entrar. Ellos
tenían un sistema de sacrificios. Tenían un sacerdocio.
Tenían un altar de bronce, un lugar santo, un candelero, el pan
de la proposición. Y también tenían el altar de oro.
Más que eso, por detrás del velo, estaba el Lugar Santísimo.
Todo estaba de acuerdo al patrón que Dios había mostrado
a Moisés, y después a David. Si nosotros vamos a nuestras
Biblias, vamos a descubrir que todo estaba en orden. Todo estaba de acuerdo
a la Biblia. Cuando
los judíos miraban su historia, tenían toda la razón
para sentirse orgullosos. Ellos podían decir: «Nosotros tenemos
más de mil años de historia. Dios está con nosotros.
Esta es la ciudad del Gran Rey». Más que eso, cuando uno
ascendía el monte del templo, según la historia, especialmente
a la hora que el sol salía, podía ver la gloria del templo
de Dios. No nos habría dejado de impresionar. Por eso los discípulos
dijeron al Señor Jesús: «¡Qué bello templo,
qué bellas piedras!». Ahora,
hermanos y hermanas, eso representa la estructura exterior. Todo estaba
correcto. Hablando estrictamente, si aquella era la casa de Dios, nuestro
Señor no debería irse de ella, porque sería también
su casa. En el patio del templo había un lugar de reposo, donde
él podía pernoctar. Pero entonces, ¿por qué
nuestro Señor tuvo que irse al Monte de los Olivos? hablando
externamente, todo estaba de acuerdo a la Biblia. Algunas veces podemos
decir: nosotros tenemos aquí todo de acuerdo a la Biblia. Pero
esto no es todo el tema aquí. Hablando externamente, el templo
estaba allí, pero la realidad se había ido. Por eso tenemos
que ser sensibles al movimiento del Espíritu Santo. Cuando uno
estudia el evangelio de Juan casi cada día nuestro Señor
pasaba en el templo, pero la realidad ya se había ido. El
pueblo de Israel podía decir: «nosotros tenemos el orden
bíblico. Todo está de acuerdo a como ha sido revelado en
el Antiguo Testamento». Algunas veces nosotros decimos: «nosotros
tenemos el orden de la iglesia del Nuevo Testamento». Pero, hermanos,
el punto no es ese; no es si eso está correcto o errado. El punto
es: ¿hay realidad allí? La iglesia es la casa de Dios, el
nombre es correcto, el orden es el correcto, todo está correcto,
pero sólo una cosa nos va a preguntar el Señor: «¿Hay
alguna realidad allí? ¿Puedo encontrar mi reposo allí?»
Por eso el Señor hizo del monte de los Olivos su casa. Betania:
El lugar de su reposo Algunas
veces nosotros pensamos que probablemente él pasaba la noche en
alguna cueva. Pero no era así. El Señor no tenía
que dormir en una cueva, pues había una casa abierta para él
en el monte de los Olivos. Para
entender esto, yo tengo que explicar a ustedes un poco de la geografía
de Jerusalén: al este del monte de los Olivos está el Mar
Muerto; al oeste está el Mar Mediterráneo. Si alguien mira
hacia el oeste desde el Monte de los Olivos ve la ciudad de Jerusalén,
y ve también el templo sobre el monte Moriah, porque el monte de
los Olivos es más alto que el monte Moriah. Entre estos dos montes
hay un valle muy profundo, el valle de Cedrón. Ahora, durante el
día nuestro Señor estaba en el monte del templo; al atardecer
bajaba por el valle de Cedrón y subía el Monte de los Olivos
donde estaba el huerto del Getsemaní; luego, al bajar
desde la cumbre del Monte hacia el lado oriental había una pequeña
aldea, Betania. Por
la Palabra de Dios vamos a darnos cuenta que cuando nuestro Señor
Jesús iba a Betania, pasaba por el monte de los Olivos. Si leemos
los cuatro evangelios, especialmente en la última semana antes
de la crucifixión, veremos que todas las noches él salía
de Jerusalén e iba a Betania. Hay algo muy interesante aquí:
cuando el templo de Dios en Jerusalén se tornó en una cáscara
sin contenido, en un árbol lleno de hojas, pero sin fruto, nuestro
Señor iba hacia el Monte de los Olivos, porque allá en Betania
hallaba su reposo. Hermanos,
tenemos Betania contra Jerusalén. ¡Qué contraste!
En Betania uno no encuentra un millón de personas, ni una historia
gloriosa, pero era allí donde nuestro Señor podía
pasar la noche, allí podía encontrar su descanso. Ahora,
¿qué es Betania? La
mejor descripción de Betania está en los escritos de Juan.
Vamos a leer Juan capítulo 12, versículo 1-3: «Seis
días antes de la Pascua, vino Jesús a Betania, donde estaba
Lázaro, el que había estado muerto, y a quien había
resucitado de los muertos. (Donde hay muerte y resurrección allí
está la realidad de Betania). Y le hicieron allí una cena;
Marta servía, y Lázaro era uno de los que estaban sentados
a la mesa con él. Entonces María tomó una libra de
perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús,
y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor
del perfume». Vamos
a leer con cuidado. Esto es Betania. Este es el lugar donde nuestro Señor
pasaba las noches. Este es el lugar donde él encontraba reposo.
Betania es el lugar donde encontramos a Lázaro, el testimonio de
muerte y resurrección, y donde Marta servía. La cena estaba
lista, porque Marta estaba allí. Y entonces encontramos que Lázaro
estaba a la mesa con ellos. Si esto es la casa de Dios, no solamente Dios
va a encontrar su descanso: nosotros también vamos a encontrar
nuestro reposo. ¿Vemos qué bella figura tenemos aquí?
Entonces
María tomó una libra de perfume de nardo puro de mucho precio
y ungió los pies del Señor, y los enjugó con sus
cabellos. ¿Dónde estaba María? María estaba
a los pies de nuestro Señor Jesús. Siempre encontramos a
María sentada a los pies de nuestro Señor. Así pues,
¿dónde nuestro Señor podía encontrar la realidad
de la vida de la iglesia? Aquí encontramos a Lázaro, a Marta
y a María a los pies de Jesús. Pero en esta ocasión
María no solamente está escuchando la palabra de Jesús,
sino que está ungiendo sus pies. Para algunos de los discípulos
era un desperdicio, pero entonces algo sucedió: La casa se llenó
del olor del perfume. Todos en aquella casa pudieron sentir el olor del
perfume. Esto es Betania. Aquí encontramos la realidad. La
alegoría de la higuera vamos
a leer en Marcos 11:12-14. «Al día siguiente, cuando salieron
de Betania, tuvo hambre. Y viendo de lejos una higuera que tenía
hojas, fue a ver si tal vez hallaba en ella algo; pero cuando llegó
a ella, nada halló sino hojas, pues no era tiempo de higos. Entonces
Jesús dijo a la higuera: Nunca jamás coma nadie fruto de
ti. Y lo oyeron sus discípulos.» Vean una cosa interesante
aquí. Nuestro Señor recién había dejado Betania,
por la mañana temprano. Entonces, en el camino hacia Jerusalén
vio de lejos una higuera llena de hojas. Entonces fue a ver si hallaba
en ella algo, porque tenía hambre. Ahora, voy a hacer una pregunta:
Si nuestro Señor Jesús está en mi casa, ¿es
posible que salga por la mañana con hambre? La Biblia nos dice
que él salió de Betania, y Marta estaba allí. ¿Pueden
imaginarse, si Marta en verdad servía al Señor, que iba
a permitir que él saliera de su casa sin desayuno? ¡Imposible! Sin
duda, Marta había servido desayuno al Señor. Pero entonces,
¿por qué él tenía hambre? Es que no se trataba
de hambre física, sino espiritual. Esta es una lección espiritual.
Esa higuera no es una simple higuera; esa higuera representa algo. Nuestro
Señor busca frutos en la higuera, pero no los encuentra. La Biblia
nos dice que nuestro Señor la maldijo, por lo que se secó
desde la raíz hasta el tope. Tal
vez nosotros no entendemos por qué nuestro Señor maldijo
esta higuera. Pero si usted estudia su Biblia, verá que la higuera
representa la nación de Israel, y que Dios deseaba obtener algo
de Israel. Si
estudiamos el libro de Jueces, vemos que Dios tiene un propósito
para los diferentes árboles. Así, el propósito de
Dios para el olivo es el aceite (aunque también de él se
pueda hacer madera), y para la vid es el vino, por eso, aunque la uva
sea muy bella, ese no es el propósito de Dios para ella. En
el libro de Jueces vemos que el propósito de Dios con la higuera
son sus frutos. Por eso, cuando nuestro Señor vio aquella higuera
llena de hojas, pero sin ningún fruto, él profirió
una maldición. ¿Por qué? Porque nuestro Señor
no desea pretensión. Si no hay frutos, ¿por qué hay
hojas? Cuando tenemos hojas, nosotros impresionamos a las personas con
ellas. Es como la historia de Israel: ellos tenían el monte del
templo, y tenían un hermoso templo. Pero cuando no hay realidad,
cuando solamente estamos impresionando a las personas con números,
con edificaciones, entonces eso es pretensión. Y si Dios todavía
ama aquel árbol, él desea que ese árbol sea honesto.
Si no tiene fruto, entonces ¿por qué no se seca hasta la
raíz? Sea honesto. Hoy
Dios odia la pretensión. Nosotros los cristianos no debemos mentir,
pero algunas veces tenemos una apariencia externa; damos a las personas
una impresión errónea. Sin embargo, la realidad no está
allí. Cuando los discípulos dijeron: «¡Qué
bello templo!, ¡qué bellas piedras!», nuestro Señor
dijo: «Viene el día en que no quedará piedra sobre
piedra de este templo». Nuestro Señor dijo a Jerusalén:
«Voy a dejar tu casa desierta». en
el comienzo él habló de «la casa de mi Padre».
Pero luego él fue tan desengañado, que fue a ver la higuera
con puras hojas. Cuando la casa de Dios es solamente una cáscara
vacía, es engañosa. Ahora, hermanos, por causa de que Dios
ama al pueblo de Israel, un día habría de dejar la casa
vacía. No quedaría allí piedra sobre piedra. ¿Ha
oído decir usted a algunas personas decir: «Esta es mi iglesia»?
Nuestro Señor dijo: «Yo edificaré mi iglesia».
¿Cuándo ella se tornó tu iglesia? Si quieres que
sea tu iglesia, entonces el Señor dice: «Yo dejaré
tu casa desierta». Aunque Cristo ame su Iglesia, no olvidemos que
el juicio comienza por la casa de Dios. La iglesia de Dios perdió
su realidad nosotros lo hemos visto a través de la historia
de la iglesia ; no solamente el judaísmo la perdió,
también la iglesia. El
judaísmo tenía la revelación que vino de Dios. Gracias
a Dios, la iglesia, que fue edificada por Cristo mismo, tiene el Nuevo
Testamento. Tenemos toda la revelación de Dios. Pero la pregunta
es esta: ¿Somos honestos delante del Señor? nosotros podemos
tener hojas, pero nuestro Señor tiene hambre. Él está
buscando los frutos, está buscando la realidad. ¿Dónde
está la realidad? El
secreto de la higuera Si
volvemos a Marcos capítulo 11, la Biblia dice: «Él
no halló nada sino hojas, pues no era tiempo de higos». Tenemos
un problema aquí. Si no era tiempo de higos, ¿por qué
nuestro Señor buscaba higos? Si no era tiempo de higos, es claro
que nuestro Señor no iba a encontrar ninguno. Pero aquí
tenemos una cosa muy interesante de por qué Betania representa
la realidad espiritual de la iglesia. Necesitamos
conocer la historia de las higueras en la Tierra Santa. Ocurre que hay
dos cosechas de la higuera. Una es llamada el fruto del invierno, la otra
es el fruto del verano. Depende entonces de cuándo usted busca
fruto. En realidad, nuestro Señor esperaba los frutos del invierno.
Aquellos frutos que habían pasado a través del invierno.
Entonces, cuando viene la primavera, uno va a encontrar los frutos de
la resurrección. Esto tiene que ver con un principio espiritual.
Si algo puede alimentar a las personas; si algo puede satisfacer a nuestro
Señor, siempre tiene que pasar primero por el invierno. Primero
está la muerte, después la primavera de la resurrección.
Durante
el invierno, uno encuentra que no hay hoja alguna. La mano despojadora
de Dios quita todo de ese árbol. Tiene solamente las ramas, pero
ni hojas, ni frutos. Pero si uno mira las ramas, ve una cosa interesante:
todavía están allí las marcas de los frutos. En el
tiempo de invierno, uno todavía puede encontrar los hoyos aquí
y allá a lo largo de la rama. Ellos son el indicio de que el fruto
estuvo allí. Y cuando viene la primavera, los frutos siempre surgen
donde están aquellas marcas. Es muy interesante. Hay
una regla en el reino vegetal de nuestro Dios: normalmente tenemos primero
las flores, luego el fruto. Mire usted cualquier árbol: siempre
va a haber flores primero y después el fruto. Pero la higuera no.
Por eso es que en chino nosotros traducimos la higuera como una fruta
sin flor, porque nadie ha visto la flor de la higuera. El secreto es ese.
Si uno quiere conocer la realidad de la higuera, nosotros debemos saber
que su flor brota, pero no delante de nosotros. Ningún ojo humano
puede ver florecer esta flor. En
la primavera, su pequeño fruto, de acuerdo con el Cantar de los
cantares, es llamado el fruto verde. No es del tamaño del fruto
final, es más pequeño, del tamaño de una cereza.
Es un fruto no maduro. En la primavera, cuando están los frutos
verdes en las ramas, ocurre una cosa muy interesante: las flores están
brotando dentro del fruto. Los frutos tienen un orificio, por donde entra
la abeja y hace su trabajo de polinización. Ahora sabemos que sí
la higuera florece, pero con una belleza interna. Este proceso no es para
que el mundo lo vea y lo alabe. Esa es una característica de la
higuera. En
una higuera nosotros tenemos flores, pero su belleza es una belleza interna.
«Cristo en nosotros la esperanza de gloria». cuando la vida
de Cristo habita en nosotros, cuando el Espíritu Santo está
trabajando en nosotros, hay un proceso de maduración en marcha.
Sólo el propio Dios puede apreciar la belleza de este proceso de
crecimiento. Esta es la característica de la vida de Cristo en
nosotros. Es
esto lo que el Señor está buscando. En la primavera, este
fruto verde es formado, y entonces empieza el proceso de maduración.
Pero hay una cosa muy importante. El lapso entre la primavera y el verano
es el tiempo más importante. Es el tiempo de la prueba. Este fruto
verde tiene que aprender una lección: cómo habitar en la
rama, porque un día vendrán los vientos, y será probado.
Si aquel fruto verde permanece en la rama cuando el árbol sea sacudido,
entonces en el verano, será un fruto maduro. Será un hermoso
y maduro fruto de higuera. Todos
los granjeros saben muy bien. Cuando ellos miran a la higuera, no están
buscando el fruto maduro, sino el fruto verde. Ahora, si uno no encuentra
ningún fruto, ¿qué significa eso? Que no ha pasado
la prueba. Significa que cuando vino la tormenta, ellos no pudieron permanecer.
Si uno no encuentra ningún fruto en una higuera, no hay esperanza
de cosecha. Por esa razón el Señor maldijo el árbol.
No
solamente importa el proceso de crecimiento, sino que todo opera juntamente,
es decir, lo exterior también. Entonces tenemos el viento que sopla
del norte, y el viento que sopla del sur, el que sopla del oriente y el
que sopla del occidente. Algunas veces es un verdadero remolino. Así,
todas las cosas cooperan juntamente para que podamos ser conformados a
la imagen de Cristo, para que podamos tener una cosecha. Dios
estaba esperando una cosecha del pueblo de Israel. Pero lamentablemente
nuestro Señor no encontró ningún fruto. El pueblo
de Israel tenía una maravillosa historia, algunas veces pasaron
por tiempos muy difíciles, pero cuando prosperaron, ellos fracasaron.
No pudieron pasar la prueba. Por eso uno no veía nada sino hojas.
Por eso el Señor profirió una maldición sobre él. Cuando
el ejército romano tomó la ciudad de Jerusalén en
el año 70, aquella higuera en verdad se secó. Y más
que eso, la nación de Israel desapareció de sobre la faz
de la tierra. Pero gracias a Dios, nuestro Señor profirió
también otra profecía. El dijo: «Un día cuando
vean la higuera floreciendo de nuevo, el Hijo del hombre está a
las puertas». en el año 1948, el 14 de mayo, todos nosotros
fuimos testigos del renacimiento de la nación de Israel. El
pueblo de Israel estaba vagando en el desierto, y entonces ¿quién
tomó el lugar de Israel? La Iglesia de Dios fue la que tomó
el lugar de Israel. No podemos olvidarlo: Betania representa a la iglesia
de Dios. ¿Por qué? Esto es muy interesante. Betania
representa la realidad de la iglesia ¿Cuál
es el significado de «Betania»? Betania significa «casa
de higos». Todos los frutos están allí, por eso es
llamada «casa de higos». Pero aún más sorprendente:
en griego, Betania significa «la casa de los higos no maduros».
ahora uno entiende. Significa que, aunque ellos no estén maduros,
no estén perfectos, si uno encuentra frutos no maduros, un día
habrá una cosecha. Ellos no son perfectos, pero un día ellos
serán conformados a la imagen de Cristo. Recordemos:
La operación del Espíritu Santo tiene dos aspectos; uno
es interior, como aquella abeja que está trabajando en el interior
del fruto. El Espíritu Santo habita en nuestros espíritus.
Esa es una parte de la obra del Espíritu Santo. Él intenta
hacernos madurar por medio de la operación de la cruz. Eso es en
lo interior. Pero hay otro aspecto: también vemos que todas las
cosas cooperan juntamente. Entonces uno descubre que todo nuestro ambiente
se vuelve un fiel siervo de Dios. Esta es la operación externa
del Espíritu Santo a través del ambiente. Así, a
través de este camino, nosotros vamos siendo madurados. Betania
significa que ellos no están completos, que no son perfectos. Betania
es la casa de los higos no maduros. Cuando uno ve el árbol lleno
de frutos verdes, eso es muy diferente de Israel. Esto significa que nuestro
Señor ha encontrado su realidad aquí. Por eso nuestro Señor
pudo encontrar su descanso en Betania. Eso es muy, muy importante. Nosotros
no debemos procurar tener una apariencia externa, sino tener la realidad
interior. Si tenemos esta realidad, entonces en verdad nuestro Señor
va a encontrar su descanso en nuestro medio. Entonces podremos decir que,
por la gracia, la iglesia en verdad es la casa de Dios. Finalmente,
vamos a recordar que antes de la ascensión de nuestro Señor,
él llevó a sus discípulos hasta Betania. Betania
está ubicada en el Monte de los Olivos. Y nuestro Señor
ascendió a los cielos desde allí. Cuando él ascendió
a los cielos, su rostro estaba vuelto hacia su pueblo, y sus espaldas
estaban vueltas hacia Jerusalén. Cuando nuestro Señor ascendió
a los cielos, todo lo que él veía eran las lágrimas
de María, a Marta, Lázaro y todos sus discípulos.
Hermanos
y hermanas, el mundo es atraído por las apariencias externas, porque
los números impresionan, los edificios impresionan. Pero cuando
nuestro Señor ascendió a los cielos, sus espaldas estaban
vueltas hacia Jerusalén. Aunque Jerusalén haya sido llamada
la ciudad del gran Rey; aunque la presencia de Dios haya estado allá
antes, aunque la gloria de Dios estuvo allá antes, cuando la realidad
se fue, no quedó piedra sobre piedra, porque se tornó una
cáscara vacía. ¿No es eso una lección importante
para cada uno de nosotros? La
iglesia de Dios ha pasado por casi dos mil años, y si uno mira
toda su historia, encuentra que es una bella historia: la presencia y
la gloria de Dios estuvieron en ella antes, ¿pero qué sucede
hoy? sin embargo, lo importante es: Uno nunca puede señalar con
el dedo a otros, porque Dios está llamando Lázaros, Dios
está llamando Marías, Dios está llamando Martas.
Ahora
hermanos, ¿qué es la iglesia de Cristo? La iglesia es el
lugar donde uno encuentra el testimonio de la resurrección, y el
servicio de los santos. ¿Qué más vamos a encontrar?
que todas las personas son como María. En todo tiempo, cuando uno
los mira, ellos están a los pies de nuestro Señor Jesucristo. Ahora,
¿por qué tenemos que estar siempre a los pies de nuestro
Señor Jesucristo? porque no hay otros pies como los suyos, que
fueron perforados cuando murió por nosotros en la cruz. Cuando
uno ve esos pies con las marcas, nos hacen recordar la historia de la
cruz, aquel amor que nunca nos dejará. Cuando uno es tocado por
ese amor, uno no puede hacer otra cosa sino ofrecerse a sí mismo
como un sacrificio vivo. Uno desea quebrar el vaso que contiene el perfume
de nardo puro, y derramarlo todo. Para que toda la casa se llene con el
olor del perfume. Si
nosotros tenemos cien personas juntas aquí, puede ser una congregación
de cien personas, pero también puede ser la iglesia de Cristo,
si es que cada una de estas cien personas se atreven a ser desperdiciadas
para el Señor, se atreven a romper su vaso de alabastro, si cada
uno presenta su cuerpo como un sacrificio vivo. Entonces no tendremos
que decir: «nosotros somos la iglesia». No digamos: «nosotros
somos el testimonio de Cristo». No digamos: «nosotros estamos
por la recuperación de la iglesia». esto puede ser verdadero,
pero lo importante es que cuando alguien venga a nuestro medio descubra
que la casa está llena del olor del perfume. Hermanos y hermanas,
eso es la iglesia de Cristo. Eso es lo que el Señor está
buscando hoy antes de su regreso. Vivir
la vida de iglesia es tal como la vida de familia. Como cuando el marido
dice: «¡Ah, yo amo tanto a mi esposa!», el mundo va
a querer ver no sólo sus palabras, sino cómo él está
dispuesto a entregarse a sí mismo por amor a ella. Entonces, ¿cómo
saber si tenemos el testimonio del Señor? No es por las palabras,
sino por cómo uno vive esta vida. Si nosotros tenemos esta realidad,
bien. Si no la tenemos, seremos exactamente como una higuera, llena de
hojas, pero sin ningún fruto. Eso nunca podrá satisfacer
el hambre de nuestro Señor. Hermanos
y hermanas, ¿qué va a complacer el corazón de nuestro
Señor? La casa de los higos no maduros. ¡Gracias al Señor!
nosotros no somos perfectos, pero tenemos el potencial. Tenemos un mañana.
Seremos transformados en la imagen de Cristo. Quiera el Señor hablar
a nuestros corazones. |